México, 10 de diciembre de 2022 (AP).- Es uno de los lugares religiosos más visitados y amados del mundo: la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, con un techo circular en forma de carpa visible desde kilómetros de distancia y una historia sagrada que cada año atrae a millones de personas. peregrinos de cerca y de lejos a su sitio en la cima de una colina en la Ciudad de México.
Principios de diciembre es el momento de mayor actividad, ya que los peregrinos convergen antes del 12 de diciembre, el día de la fiesta en honor a Nuestra Señora de Guadalupe. Para los creyentes católicos, la fecha es el aniversario de una de varias apariciones de la Virgen María presenciadas por un indígena mexicano llamado Juan Diego en 1531.
La pandemia de COVID-19 redujo el número de peregrinos en 2020. El año pasado, incluso con algunas restricciones aún vigentes, la asistencia a las celebraciones de diciembre aumentó a al menos 3,5 millones, según funcionarios locales. Se esperan números más grandes este año.
Para muchos peregrinos, su viaje al lugar es una expresión de agradecimiento por los milagros que creen que la Virgen trajo a sus vidas. Alrededor de la basílica, algunas personas encienden velas mientras rezan en silencio. Algunos se arrodillan y lloran.
Otros llevan estatuas de la Virgen en sus brazos mientras reciben la bendición de un sacerdote.
Entre los peregrinos primerizos de este año estuvo Yamilleth Fuente, quien ingresó a la basílica con un pañuelo amarillo decorado con una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Fuente, quien viajó sola a la Ciudad de México desde su casa en El Salvador, dijo que le diagnosticaron cáncer en 2014 y se recuperó después de orar a la Virgen. Cuando sugirió hacer la peregrinación, su esposo y sus dos hijos la alentaron.
“He amado a la Virgen toda mi vida. Incluso solía soñar con ella”, dijo Fuente. “Mi hija se llama Alexandra Guadalupe porque ella también es un milagro que me concedió la Virgen”.
Para la Iglesia Católica, la imagen de la Virgen es un milagro en sí mismo, que data de un frío amanecer de diciembre de 1531 cuando Juan Diego caminaba cerca del cerro Tepeyac.
Según la tradición católica, Juan Diego escuchó una voz femenina que lo llamaba, subió al cerro y vio a la Virgen María parada allí, con un vestido que brillaba como el sol. Hablándole en su lengua materna, el náhuatl, le pidió que construyera un templo para honrar a su hijo, Jesucristo.