México, 20 de marzo de 2020 (AP).— Muchos países de Latinoamérica han tomado medidas agresivas para enfrentar al nuevo coronavirus, incluyendo el cierre de fronteras, puertos marítimos y aeropuertos a extranjeros, declarar el estado de emergencia y ordenar el cierre de negocios.
México, por el contrario, ha adoptado hasta ahora una actitud de “todo sigue igual”. La gente continúa llenando los mercados callejeros, donde elige entre pilas de frutas y verduras. Las calles siguen llenas de automóviles y camiones y los vagones del tren subterráneo están atestados, aunque el volumen del tránsito es notablemente menor.
El presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, y su gobierno han dicho que obligar al país a un confinamiento afectaría desproporcionadamente a los pobres y tendría un impacto psicológico sobre los mexicanos. Dicen que no hay razón para imponer grandes restricciones antes de que las autoridades de salud las consideren necesarias, algo que prevén ocurrirá a fines de marzo, en base en el patrón que ha seguido el virus en otros países y al hecho de que el primer caso confirmado en México fue el 27 de febrero.
Este enfoque preocupa a muchos expertos.
Aunque lo que más ha desconcertado a los mexicanos es la actitud personal de su presidente. Sigue asistiendo a mítines multitudinarios, estrechando manos y besando a bebés. Preguntado por cómo protegía al país, AMLO sacó dos amuletos religiosos de su billetera y los mostró con orgullo.
“El escudo protector es el ‘Detente’”, dijo el mandatario leyendo la inscripción del amuleto. “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”.
López Obrador, quien a menudo es descrito como izquierdista, es en realidad un nacionalista con unas profundas creencias religiosas.
“Creo que el presidente López Obrador está tratando de proyectar confianza y de minimizar el riesgo”, señaló Jesús Silva-Herzog, comentarista político y profesor en la Universidad Tecnológica de Monterrey.
Silva-Herzog añadió que, en su opinión, “ha terminado proyectando una minimización del riesgo de atender la emergencia (y) mensajes que son contrarios a los que se están escuchando en prácticamente todo el mundo e incluso de su propia administración”.
México reportó su primer deceso por COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, el miércoles _ un hombre de 41 años que se dijo que era obeso y padecía de diabetes. Hasta el jueves, el país tenía 164 casos confirmados frente a los pocos más 40 de la semana anterior.
Pese a esto, Hugo López-Gatell, subsecretario del Ministerio de Salud y la cara pública del equipo gubernamental de respuesta al coronavirus, señaló que el país sigue en lo que se llama la fase 1 de la epidemia, cuando todos los casos son importados del extranjero y no hay contagios locales.
Las autoridades federales han suspendido las clases por alrededor de un mes a partir que terminen las del viernes y animan a tomar medidas como el distanciamiento social, trabajar desde casa y seguir medidas de higiene recomendadas por expertos locales y extranjeros.
Algunos grandes eventos fueron cancelados, pero otros, como un festival de música que congregó a decenas de miles de personas en la Ciudad de México durante varios días, siguieron adelante. Las autoridades federales recomendaron que los eventos “no esenciales” no superen los 5.000 asistentes, mientras que las de la capital, Ciudad de México, dijeron que los actos con más de 1.000 personas deberían cancelarse.
México tiene apenas 5.000 camas de urgencias y alrededor de 1.500 salas de cuidados intensivos o estancas, para una población de más de 125 millones de personas, pero las autoridades siguen transmitiendo sensación de calma en sus conferencias de prensa diarias sobre el virus. Y algunos observadores dijeron que están impactados por declaraciones como las de AMLO.
“Creo que esto ha demostrado una falta de respeto por parte del presidente”, dijo Carlos Padilla, un administrador empresarial de la Ciudad de México. “Creo que debería estar haciendo un mejor trabajo para proteger a la población en todos los sentidos”.
Una vez comiencen los contagios locales, y las autoridades mexicanas no esconden que saben que ocurrirá, y más pronto que tarde, es probable que el país adopte medidas más agresivas.
“Estamos preparados”, manifestó López Obrador el jueves, añadiendo que el país tiene presupuesto suficiente y todos los recursos necesarios para hacer frente a la pandemia.
Sin embargo, algunos están empezando a ponerse nerviosos por la falta de respuestas, también entre las filas de la oposición. El conservador Partido Acción Nacional (PAN) envió una carta a la Organización Panamericana de Salud el jueves expresando su “profunda preocupación por la actuación gubernamental frente a la pandemia del COVID-19”.
En una columna publicada en el diario El Universal también el jueves, el exdiplomático Enrique Berruga Filloy señaló que las ventajas geográficas de México le daban más tiempo para prepararse para el virus y tomar las medidas oportunas, pero el gobierno desperdició la ocasión.
“Viene el tsunami y nosotros, en vez de resguardarnos, nos quedamos a jugar en la playa”, escribió Berruga Filloy.
Como en otros países, las bolsas mexicanas se han visto golpeadas por las preocupaciones generadas por el coronavirus. El peso se desplomó y varias veces esta semana cotizó a 24 por dólar por primera vez en su historia.
Los mercados mexicanos “se están dando cuenta ahora de que el país está enfrentando un riesgo elevado de contaminación por el coronavirus” en un contexto económico ya débil, explicó Alfredo Coutiño, de Moody’s Analytics.
Pese a las garantías de las autoridades, México y su sistema de salud están mostrando una “vulnerabilidad real”, agregó Coutiño.
A los inversionistas en particular no les gusta la falta de medidas gubernamentales para proteger a la economía y a la población, añadió el analista apuntando que las “políticas fiscal y monetaria están muy por detrás de la curva”.
Senadores del PAN propusieron esta semana un paquete de medidas que incluiría rebajas en los tipos de interés, estímulos a la construcción de viviendas e infraestructuras, reactivación de la inversión privada en el sector energético y la entrega de fondos al Ministerio de Salud. Pero AMLO es conocido por su odio visceral al gasto y al déficit.
López-Gatell puso de manifiesto la actitud del gobierno el jueves cuando afirmó que todo estaba yendo según lo previsto.
“Todos los escenarios de lo que se contempla que va a ocurrir están ocurriendo”, dijo. “Esto nos permite mantenernos firmes en un plan técnico bien planeado y bien calculado”.
López Obrador, que tiene un índice de aprobación que sería la envidia de muchos líderes mundiales, manifestó también el jueves que doctores e instalaciones médicas militares formarían parte de la respuesta a la pandemia. Pero descartó la imposición de un toque de queda o la movilización de soldados, apuntando que no quería tener nada que ver con medidas severas que pudiesen considerarse autoritarias.