Washington, 29 de julio.- El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó drásticamente su pronóstico de crecimiento económico para México en 2025, al situarlo en apenas 0.2 por ciento, y proyectó un repunte moderado de 1.4 por ciento para 2026, de acuerdo con la actualización de su informe de Perspectivas Económicas Mundiales (WEO, por sus siglas en inglés) publicada este martes.
La nueva previsión representa una fuerte desaceleración en comparación con años previos y se da en un contexto de creciente incertidumbre global, tensiones geopolíticas y presiones fiscales que afectan de manera particular a las economías emergentes, incluyendo a México.
En contraste, el organismo multilateral elevó ligeramente su estimación de crecimiento para Latinoamérica y el Caribe a 2.2 por ciento para 2025, frente al 2 por ciento previsto en abril, mientras que mantuvo en 2.4 por ciento su proyección para 2026.
“El crecimiento regional sigue siendo moderado, con riesgos latentes derivados de la desaceleración del comercio mundial, la volatilidad de los precios de las materias primas y las tensiones geopolíticas en curso”, alertó el FMI.
Entre los factores que podrían agravar las condiciones económicas, el informe señala los altos niveles de deuda pública y los déficits fiscales persistentes en varios países latinoamericanos.
El caso de Brasil es citado como ejemplo de esta tendencia, aunque el FMI proyecta una mejora para esa economía, con un crecimiento de 2.3 por ciento en 2025 y 2.1 por ciento en 2026, cifras superiores en 0.3 y 0.1 puntos porcentuales, respectivamente, respecto a sus estimaciones de abril.
Además, el Fondo advierte que si persisten las dudas sobre la sostenibilidad fiscal en economías clave como la de Estados Unidos, podrían generarse condiciones financieras más estrictas para la región, afectando el acceso al financiamiento y elevando los costos de deuda.
Aunque el FMI no detalló las causas específicas del recorte a las perspectivas de México, analistas señalan que podrían influir factores como la desaceleración del consumo interno, la incertidumbre en torno a las políticas económicas del nuevo gobierno y la ralentización de la inversión, tanto pública como privada.

